jueves, noviembre 17, 2011

Los Monstruos de Debajo de la Cama

La primera vez que me escondí debajo de la cama fue por uno de esos estúpidos juegos del escondite. De esos en los que si no te escondes bien, te hacen daño. De esos en los que no quieres que te vean llorar. Quieres que piensen que eres fuerte. Te escondes y te tragas la lágrimas, y quedas tan exhausto por el dolor que acabas por quedarte dormido.

Allí, más cerca de los monstruos que nadie, fue donde nací yo. Me crió un monstruo. Los monstruos no son buenos. Te reconcomen el alma  por dentro. Mi monstruo se llamaba Ego. Era un monstruo. Muy débil, y muy idiota. Muy malo, como todos.

El monstruo me hizo creer en mi misma, en mi fuerza, en mi justicia, me llevó a un pantano farragoso en el que me ahogué. Los monstruos son malos, pero la gente los quiere. Supongo que por que a la gente en realidad no le gusta lo bueno. A medida que fui haciéndome su amiga descubrí más monstruos, un monstruo con mil ojos y otro que no tenía ninguno, uno que era muy feo, y otro que era hermoso, que era de los más malvados. Pero el peor de todos era Ego, mi gran amigo.

Los monstruos solo traen dolor, solo traen amargura,  no dan fuerza. Por eso decidí que no quería vivir, me convertí en un monstruo. Fue entonces cuando llegó él.

¿Te han atacado alguna vez los monstruos de la noche? ¿Quizá eres uno de ellos?

Me llamo Olam, estoy perdida no sé donde, no me encuentro. Yo soy un Monstruo.

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