sábado, noviembre 19, 2011

Los Caballeros del Llanto

Él era un Caballeros del Llanto. Una de esas personas que han sufrido tanto que ya son incapaces de sufrir más. Él tenía un escudo de sangre y dolor, y una espada de llanto. Supongo que me enamoré de él.
A mis monstruos no les gustaba. Él monstruo hermoso, vino a hablar conmigo, traidor, y me dijo dulcemente que jamás mostrara mis emociones a los demás por el bien de mi monstruo (Ego). Me dijo que la gente no las entendería, que yo siempre fuera hermosa y feliz, y así todo el mundo me querría.

Y dijo la verdad, el caballero del llanto se enamoró de mi. Se enamoró de mi mentira.

Si quieres leer un cuento de hadas busca otra historia, por que esta no es demasiado bonita.

Fué él el que me enseñó que el mundo, con todas sus ciudades, era solo una caja de cartón a la deriva en el mar, y que nadie lo sabía. Fué él el que me enseñó a luchar. Poco a poco, el caballero, mi caballero, fue enseñándome sin querer como era él, imperfecto y dolorido, ajado. Sin querer, le envidié.

El monstruo Ego empezó a enfermar, arrastrándome con él hacia la muerte. Me hizo una herida de la que no podía sanar. Me di cuenta de que no era feliz, y no era capaz de hacer feliz a nadie. No de verdad. Mis monstruos me acompañarían toda la vida. Una vida que yo no deseaba vivir.

Te pido perdón, caballero, mis monstruos solo te harían infeliz. No podía permitirlo.
Y así fue como me alejé de mi caballero. Con la firme intención de morir. Conmigo morirían todos mis monstruos y el dolor. Con suerte en el mundo ya no hubiera jamás mal.

Me llamo Olam, asesiné el amor de alguien por amor, irónico ¿no? Me convertí en un monstruo peor de lo que ya era. Sin saberlo, muy despacio, me estaba formando un pequeño escudo, un escudo con mi corazón. Y una fina espada, echa de injusticia y el pedazo de alma que me faltaba.

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