Llega un momento en que ya no se puede llorar más. Se te secan las lágrimas y, oye, que parece imposible. Da igual que te odien, es lo mismo. Te ries.
No quieres parecer insensible, pero ¿y qué? ¿a ti que mas te da? Como si su existencia te importara. Pues no, no me importas. Lo siento mucho y todo eso. Todas esas cosas que tengo ganas de decirte, pero que no te diré. Insultos, palabrotas... lo que pienso de ti. Lo que te quiero.
Me das igual. Eres un idiota.
Soy una idiota. Me da igual.
No lo tengo muy claro.
Adriana Colera
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