lunes, abril 11, 2011

El trabajo de mi vida. Ladrona de historias.


Hay veces que en vez de preocuparse por uno mismo es bonito mirar por la ventana, quizá aún desde la cama, y pensar en los demás. Es un juego que practica muy usualmente la niña. Sobre todo cuando no tiene tiempo de pensar más que en sí misma. Cuando del mundo se vuelve insoportable, cuando tiene ganas de llorar. Coge un mp3 y baja a la calle y mira a las personas. Las mira a los ojos como si desde ellos pudiera lanzarse a los pozos de sus almas y comprender lo difícil de sus vidas. Los mira, pero no los oye. Oírlos quizás la des-concentraría de su búsqueda de historias. Los examina, los persigue hasta sus secretos, y en lo que tardan en dejar atrás la calle, ella a llorado, a vivido sus historias y los ha olvidado.
Hay algunos, que bajan los ojos cuando ella los mira, avergonzados de algo o protegiendo sus tesoros del ladrón de los recuerdos. Hay otros que la desafían con la mirada para que la niña pueda ver en ellos, las más grandes hazañas o sufrimientos, que ella debería compadecer, si fuera normal. Otros ni si quiera notan sus enormes ojos ocre rojizo, que como golondrinas vuelan sobre sus rostros buscando una historia que contar.

Pero la ladrona ya es muy hábil y juega con las historias de las personas porque por un momento han sido suyas. No que sepa como contarlas. Eso ya se verá. No que las recuerde. No es exactamente eso. Por que no recuerda ya nada de esas personas. Si no que las sabe. Y en su corazón las guarda, por si alguien, algún día, las quisiera recuperar.

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