Déjame que plante felicidad y que intente cosechar amor. Guardaré mi esquivo corazón helado junto a una estufa. Lo cuidaré pues nadie más ha de cuidarlo. Y germinará quizás algún día de él, tranquilidad o calma. Y crecerá por que es su destino crecer. Pero esta vez, ya no será margarita, ni jazmín, no será clavel. No me gustan tampoco las rosas de rojo enarboladas. Me paso a los cactus, que son mejores guardianes de mi pena. Y seré, y creeré y lucharé como siempre, pero olvidare, ya muy pronto para mi sosiego, el quererte a ti. ¿Echaré las cortinas sobre las ventanas para siempre? No lo sé, pero por si acaso, iré echando el pestillo.
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